El individualismo es, indudablemente, uno de los valores más destacados de la ideología satanista. Pero, para los lectores menos familiarizados con el término, este puede resultar malinterpretado o percibido como egoísmo o misantropía.

Atribuir al individualismo tipologías ególatras y/o narcisistas es un error. El individualismo se aleja de las convicciones sociales asentadas en la cultura judeo-cristiana, pero no es bajo ningún concepto egoísta ni misántropo. Al contrario, este tipo de ideología se asienta en las bases de la deferencia y, en muchos aspectos, en el altruismo.

¿Qué se entiende por individualismo?

Teóricamente, el individualismo es la tendencia de una persona a obrar según su propia voluntad, sin contar con la opinión de los demás individuos que pertenecen al mismo grupo y sin atender a las normas de comportamiento que regulan sus relaciones, o la teoría o tendencia sociológica que otorga primacía al individuo respecto a la colectividad.

Por otro lado, el personalismo, según Kant, alude a la corriente filosófica que se centra en la persona. Considera al hombre como un ser relacional, esencialmente social y comunitario, un ser libre, trascendente y con un valor en sí mismo que le impide convertirse en un objeto como tal. Un ser moral, capaz de amar, de actuar en función de una actualización de sus potencias y finalmente de definirse a sí mismo considerando siempre la naturaleza que lo determina.

En la práctica y de modo coloquial se designa individualismo a la síntesis entre el individualismo teórico y el personalismo, teniendo este último mucho más peso en su puesta en práctica. Así, se entiende por individualismo a un estilo de vida en el que cada persona prioriza su individualidad frente al resto, el entorno y/o los cánones sociales.

Individualismo y satanismo

El individualismo es y ha sido uno de los valores más relevantes del satanismo. Y esto no ha ocurrido por causalidad. Los cánones sociales, la obediencia por imposición y la servidumbre son contrarios a la filosofía satanista y muy antagónicos, asimismo, al concepto de individualismo.

No en vano, uno de los trasfondos filosóficos y proverbiales del satanismo se basa en la rebelión del hombre frente a la obediencia ciega a Dios, representada, por ejemplo, a través de la metáfora de la elección del conocimiento cuando Eva mordió la fruta prohibida. Y este gesto de desobediencia resulta ser un el acto individualista por excelencia.

Gran parte de la literatura e ideología satanista centra su atención al individualismo, es decir, en la capacidad de elegir, de no tener que someterse, en investigar y cuestionarse ideas e ideales que son aplicados y aceptados sin razón alguna.

¿Por qué el individualismo no es egoísmo?

Como se ha comentado, el individualismo puede ser entendido como misantropía y egoísmo, pero estas ideas son totalmente falsas. El individualismo no es otra cosa que centrar las prioridades vitales en uno mismo, sin dejarse llevar por los cánones establecidos únicamente porque estos sean impuestos.

El individualismo invita a que nos percibamos como valor absoluto, frente al dogma social. Se trata de una aceptación y conocimiento personal que prioriza nuestras necesidades frente a las del resto.

No se trata de desobediencia social entendida esta como una conducta o ideología antisistema, sino en librarse de las obligaciones del entorno que no se consideran beneficiosas o que pueden causar una molestia o daño en nosotros mismos. En este sentido, el individualismo huye de compromisos y situaciones indeseables y que nada aportan, así como de personas que pueden resultar ser nocivas, denominadas tóxicas en el argot coloquial.

La cultura occidental asienta sus bases, como se ha mencionado, bajo un juicio judeo-cristiano, por el cual parece que priorizar a los demás con respecto a nosotros mismos es lo correcto. Esto provoca que muchas personas se sientan culpables o egoístas cuando realizan conductas tan cotidianas como decir “no”, no aceptar compromisos no deseados o dedicarle tiempo a todo menos a uno mismo, por ejemplo. Bajo estos dogmas, parece que si no se actúa preponderando al resto sobre nosotros mismos se cae en el egoísmo. El individualismo, por el contrario reivindica la necesidad de centrarse en uno mismo sin la necesidad del desprecio al otro, pero priorizando el bienestar personal.

Saber decir “no” es un ejemplo de individualismo que no tiene que resultar ofensivo ni nocivo para el otro. Cuando denegamos una petición lo hacemos porque no deseamos hacer algo en concreto. Si la persona a la que le damos la negativa nos aprecia realmente, preferirá que no hagamos algo que nos disgusta o que nos es desagradable. En el caso de que esa persona se exaspere por la negativa, supone que esa persona no nos aprecia realmente, por lo que no merece nuestra atención.

Cabe preguntarse las ocasiones en las que se dice “sí” a algo que no se deseaba hacer, alguna acción que implica molestia. ¿Para qué? ¿Para hacerlo mal o a disgusto y después sentirnos mal, utilizados o manipulados? Ciertamente, no solo no merece la pena, sino que no resulta ser ni coherente ni sensato si se razona fríamente.

De este modo, elegir qué compromiso aceptar o cual denegar, y ser capaz de hacerlo eficazmente sin disgustar al otro, es un modo de actuar bajo el individualismo que, más que resultar ser egoísta, termina traduciéndose, ocasionalmente, en actos naturalmente altruistas.

Pero esto no es algo nuevo, la máxima “la caridad empieza por uno mismo”, que engrosa el compendio de dichos y proverbios de andar por casa, es un manifiesto indiscutible que resume la filosofía individualista. Únicamente si nos respetamos somos capaces de respetar, si nos apreciamos somos capaces de apreciar y si nos ayudamos somos capaces de ayudar y esto, indiscutiblemente, dista mucho del egoísmo.

Por: Elías Almansa.