El concepto de persona tóxica no necesita presentación. A día de hoy, la mayoría de las personas han oído y/o leído sobre esta clase de individuos y/o los han sufrido en sus vidas.

En este sentido, son muchos los libros de autoayuda que tratan sobre personas tóxicas, el modo de identificarlas y cómo tratarlas. Esta clase de libros, a pesar de la creencia popular, no son, ni mucho menos, terapéuticos, mostrando la mayoría de ellos una especie de consejos o reflexiones de andar por casa, o, lo que es lo mismo, se puede afirmar que se trata de psicología barata. Esto no exime que haya personas que encuentren consuelo o ayuda en ellos. Es frecuente, pues, creer que vamos a descubrir, en estos libros, una fuente filosófica de la que beber o reflexionar, cuando realmente solo tratan de exhortaciones livianas y fácilmente desmontables.

La Biblia Satánica de Anton Szandor LaVey bosqueja, previamente a su lectura, algo similar a lo que podemos encontrar en los libros de autoayuda, pero, ¡oh sorpresa!, a pesar de la juiciosa condimentación satanista y sus máximas plagadas de dictámenes, se esconde un texto mucho más ideológico y dogmático que cualquier libro de autoayuda. Exacto, lo que parece querer vender LaVey como una guía resulta ser más razonable que aquello que intenta pasar como algo reflexivo y que, en realidad, no lo es.

Vampiros psíquicos Vs. Personas tóxicas

LaVey, en el capítulo VII de su Biblia Satánica, dedica todo un capítulo a los vampiros psíquicos con el título: “No todos los vampiros chupan sangre”.

La descripción de estos vampiros no es más que una representación de lo que actualmente se denomina “persona tóxica”. Obviamente, la denominación “vampiro psíquico” es más atractiva para un libro sobre satanismo destinado a la divulgación que “persona tóxica”. Aunque, en resumen, se trata de lo mismo: Gilipollas de toda la vida.

¿Qué papel juegan las personas tóxicas en el marco del satanismo?

Que LaVey dedicase todo un capítulo a los vampiros psíquicos no resulta arbitrario para los versados en el satanismo, ya que alejarse de aquellos que nos hacen daño o perjudican es un comportamiento propio del individualismo y, consiguientemente, de la ideología satanista.

El acto de poner la otra mejilla no resulta ser otra cosa que una provocación e invitación al abuso del otro, el cual nos puede llegar a explotar hasta las últimas consecuencias, causándonos un gran daño personal que puede extenderse, incluso, hacia las personas que nos rodean. Y de ahí la denominación laveyana de vampiro psíquico, ya que se trata de una persona que nos exprime, absorbe y finalmente nos consume.

Las personas somos animales sociales. Tenemos tendencia a relacionarnos los unos con los otros y estas relaciones nos causan satisfacción. Pero, ¿y si alguna de estas relaciones no es satisfactoria sino que causa dolor o malestar? Racionalizando esta situación, la respuesta lógica no es otra que el alejarse de ellas. A fin de cuentas, se trata de alguien que no solo no aporta nada a nuestra vida, sino que además nos perjudica. ¿Qué lógica tendría seguir tratando con esta clase de personas? Ninguna, pero aun así lo hacemos.

Esto ocurre por la educación judeo-cristiana que prima en el mundo occidental, en el que darle la espalda a alguien no parece estar bien considerado. Pero este modo de pensar solo aboca al desastre y no solo para nosotros mismos, sino también para aquellos que nos rodean, ya que las personas tóxicas pueden dañar nuestro entrono familiar y/o social en gran medida. No hay necesidad, pues, de darle cobertura a este tipo de personas y tampoco hay nada malo en ello. Lo malo está en el otro, en su toxicidad, en su vampirismo (en su gilipollez) y en el modo en el que nos pueden dañar.

Satanista o no, pero actúa

Como se ha comentado, una persona tóxica es aquella que, en una relación con otra persona, aporta malestar en lugar de bienestar. Se trata de individuos que nos provocan desazón, tristeza, ansiedad, culpabilidad y/o molestia. Se trata de personas que no solo no aportan nada a la relación con los otros, sino que les causan perjuicios o incluso les hace sentirse responsables cuando no lo son, que existe un deber u obligación hacia ellos o que se está en deuda con ellos sin causa alguna.

Ya se sea de una creencia u otra, se comulgue con una ideología u otra o nos identifiquemos más con una filosofía que con otra, es necesario comprender la importancia de desterrar a las personas tóxicas de nuestras vidas.

En este sentido, no hace falta crear un conflicto manifiesto, ni entablar una declaración de guerra, únicamente debe cortarse la relación, decir “no” a sus peticiones, no doblegarse ante sus voluntades y, por encima de todo, no dejarnos chantajear ni manipular.

Así, actuar por obligación, por sentido del débito y, en definitiva, por compromiso, puede ser bastante dañino. Si atendemos a nuestra felicidad y a la de los que nos rodean, es necesario preservarse de las personas tóxicas y ser conscientes de que nada malo se está haciendo, sino todo lo contrario.

Por consiguiente y como conclusión, ante una persona tóxica, actúa: aléjate de ella, corta la relación y el contacto. No te dejes manipular, no dejes que te usen y no permitas que te hagan daño. Pon la otra mejilla, pero para que sea acariciada o besada, no para que sea golpeada.