El satanismo es hijo de cien padres, pero pocos han influido tanto en la imagen pública del moderno culto al maligno como el escritor británico Dennis Wheatley.

En 1994, la investigadora británica y profesora de la London School of Economics Jean La Fontaine compareció ante una comisión del gobierno británico para explicar las conclusiones de su informe The Extent and Nature of Organised and Ritual Abuse1 (Alcance y naturaleza del abuso ritual y organizado). Lo hizo dos años después de que el FBI hiciera público su estudio Satanic Ritual Abuse. En ambos casos, las conclusiones eran las mismas: no existía un solo caso de abuso infantil que pudiera atribuirse al satanismo. ¿Y de dónde surgió el mito? La respuesta fácil hubiera sido citar Michelle Remembers (1980), un libro escrito a medias entre el psiquiatra canadiense Lawrence Pazder y su paciente (y, posteriormente, esposa) Michelle Smith, en el que esta decía haber sido víctima de una secta de adoradores del maligno. En realidad, desde la primera hasta la última página no fue más que una invención con fines comerciales que dio pie a todo un género literario basado en recuerdos recuperados y que fue la chispa que inició el llamado ‘Pánico satánico’ de los años 80.

Pero La Fontaine no citó a Pazder y a Smith para explicar el origen del pánico satánico. Para ella, la imaginería popular que rodea las misas negras y los cultos a Satanás o Lucifer se debían principalmente a las novelas del hoy casi olvidado escritor inglés Dennis Wheatley (1897-1977), un autor que en su día solo fue superado en ventas por Agatha Christie o Edgar Wallace. Evidentemente, Wheatley no partía de la nada, e incluso se puede afirmar que sus novelas estaban tan influidas por Allá abajo (1891), la conocida novela del francés Joris-Karl Huysmans, como por las salidas de tono surrealistas de Jehan Sylvius (pseudónimo del francés Ernest Gengenbach) o los rumores que circulaban sobre organizaciones ocultistas como el Ordo Templi Orientis (O.T.O, nacida en 1885), Aurora Dorada (fundada en Londres en 1888), o el pionero Hellfire Club2 (de 1749).

La vida de Wheatley da para un artículo propio, pero si nos limitamos a su obra bibliográfica y a su aportación al concepto del satanismo en la cultura popular hay que destacar la primera gran novela sobre el tema: The devil rides out (1934)3. En ella, el acaudalado Duque de Richleau y su amigo Rex van Ryn se lanzan a una trepidante carrera para que su amigo Simon Aaron no caiga bajo las garras del siniestro Canon Darnier Mocata, sacerdote tentado por el Camino de la Mano Izquierda y reconvertido en líder de un culto satánico capaz de provocar una segunda Guerra Mundial. A lo largo de sus páginas se van sucediendo todos los tópicos que más tarde rodearán a este tipo de cultos: desde la afición a las túnicas pasando por los sacrificios humanos y el sexo en grupo que, aunque apenas insinuado, para los estrictos cánones de la época pisaba la delgada línea roja que separaba el erotismo de la pornografía. Y, por supuesto, consolidó uno de los mitos más duraderos: el de que era una práctica particularmente extendida entre las clases más cultas y adineradas de la sociedad, y ante la cual las autoridades se encontraban inermes y los medios de comunicación, mudos.

Un best seller instantáneo

Ni que decir tiene que The devil rides out fue un best seller instantáneo y, que en 1968, se convirtió en una de las mejores películas de la Hammer (en España se estrenó como La novia del diablo) con un Christopher Lee rozando la genialidad, una excelente dirección del especialista de la casa Terence Fisher y un guión del gran Richard Matheson4 genial aunque sin pies ni cabeza. Ni que decir tiene que la inspiración del personaje del malvado Mocata fue Aleister Crowley, a quien Wheatley llegó a conocer en persona poco después de la publicación del libro. Como señaló Phill Baker en su biografía del escritor, fue en una época en la que la estrella de Frater Perdurabo empezaba a languidecer: “su fortuna estaba menguando y ya estaba pasando de ser la Gran Bestia a la gran broma, antes de acabar como el gran aburrimiento”5. Cabe señalar que no era la primera vez que el fundador de Thelema inspiraba una obra: en 1908, el escritor inglés W. Somerset Maugham había publicado The magician, que el director Rex Ingram llevó al cine en 1926.

A lo largo de su vida, Wheatley escribió cerca de cien libros (más de uno por año), tanto de ficción como ensayos, pero principalmente se le recuerda por las once novelas en las que el ocultismo (no solo el satanismo) formaban parte de la trama. A eso hay que añadir que dirigió una colección—un gran éxito en su época— de escritores de terror (entre los que incluyó a Crowley o Helena Blavatsky pese a considerarlos ‘el enemigo’). Incluso al final de su carrera se permitió escribir su propia historia del maligno: The devil and all his works (1971). Esta obra, en la que afirma que en su época hay una lucha real entre las fuerzas del bien y las del mal, es fundamental para entender el éxito de Wheatley: la capacidad de convencer a sus seguidores de que sus novelas estaban inspiradas en hechos reales que él mismo había investigado.

Como escribió el periodista inglés Tony Sokol, “miró a los ojos del diablo para que el lector no tuviera que hacerlo”. Como maestro que era de la promoción, en la introducción de The devil rides out advertía que él jamás había tomado parte en ningún rito oscuro y que toda la documentación utilizada para su libro procedía de fuentes indirectas. Ir más allá entrañaba un peligro mortal. Aconsejaba también que nadie diera el paso de intentar descubrir por sí solo tan terrible realidad y que tuvieran mucho cuidado de las “personas de poder”. El efecto no pudo ser otro: la gente creía a pies juntillas sus novelas, no porque fueran verdad, sino porque podrían serlo. Las conferencias que daba por todo el país con títulos tan sugerentes como ‘Magia negra a través de los años’ no hicieron más que aumentar su leyenda como experto en la materia.

Una de las principales fuentes de Wheatley para escribir su obra fueran los libros del sacerdote anglicano reconvertido en católico Montague Summers (1880-1948), famoso por haber traducido al inglés el Malleus Maleficarum, que consideraba una acertada descripción de cómo actuar contra las fuerzas del mal. La biografía de este experto en historia de la literatura está llena de sombras, como su más que dudosa ordenación como cura católico, lo cual es curioso ya que demostró tener sobradas cualidades para el cargo: en 1908 se vio envuelto en un caso de pederastia con un coro de niños de su parroquia. Summers era ya a principios del siglo XX un anacronismo andante (impostado o no, sus biógrafos no se ponen de acuerdo), un erudito de mentalidad romántica que creía en los vampiros y los hombres-lobo (a los que dedicó algunos libros) en una época en la que ya se había formulado la teoría de la relatividad. Curiosamente, pese a que su vida fue una continua lucha contra las fuerzas del mal mantuvo cierta amistad con Crowley.

La lista de colaboradores del británico incluye también al falso egipcio Rollo Ahmed. En realidad Abdul Said Ahmed —su verdadero nombre— había nacido en la Guayana, entonces colonia británica, y se convirtió el único negro que formaba parte de los círculos ocultistas de la época. Gracias a que pasó parte de su infancia y adolescencia en Sudamérica y el Caribe, además de haber viajado por Asia se había iniciado en el estudio y la práctica del vudú, los ritos amazónicos, la santería cubana (yoruba) y las religiones orientales. Es difícil saber qué parte de su historia es verdad y qué parte mentira, pero lo cierto es que ayudó a Wheatley a dar una pátina de realismo a sus obras que él agradeció cuando la editorial John Long le pidió un libro sobre magia negra declinó escribirlo y propuso a su amigo —y, posteriormente, profesor de yoga— quien acabó publicando The black art (1936), que se convirtió inmediatamente en una obra de referencia de los estudiosos del Camino de la Mano Izquierda.

El cronista de Satán’

De las novelas de Wheatley sobre el maligno, las hay de todo tipo. En general son bastante entretenidas, siempre que entendamos que son literatura de evasión para un público no excesivamente exigente. Algunas incluso son excelentes. En They used dark forces6 recurrió a sus amplios conocimientos sobre la II Guerra Mundial (fue el único civil que formó parte del London Controlling Section7, encargada de las operaciones para engañar al enemigo), y gracias a eso firmó una descripción de la caída de Berlín que no tiene nada que envidiar a la película El Hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2004); The Haunting of Toby Jugg8 es una gran novela de terror psicológico tan recomendable hoy como cuando fue escrita. To the Devil – a Daughter (1954), The Satanist (1960) o The White Witch of the South Seas (1968) mantienen el pulso. Incluso las más flojas — Strange Conflict (1941) o The Ka of Gifford Hillary (1950) — resultan distraídas. Con este palmarés, no es de extrañar que Fernando Sabater, uno de sus grandes admiradores, lo bautizara como ‘el cronista de Satán’.

El gran éxito de Wheatley fue convencer a sus lectores —ávidos consumidores de tabloides como The Sun o The Daily Mail— de que había una línea directa entre la realidad que se ocultaba en las grandes mansiones británicas. Y esa credibilidad la logró de dos maneras. La primera, trasladando a sus novelas las marcas, lugares, instituciones… del mundo real, una fórmula que tomó prestada y aplicaría con éxito su amigo Ian Fleming, padre de James Bond. Además, supo adecuar sus libros a L’Esprit du Temps. Cristiano y muy conservador (hasta el punto de tener buena opinión de Franco o Mussolini) supo ver un enemigo de la verdadera fe hasta en el último rincón. Así, el satanismo también pasaba por la astrología, el espiritismo, la santería… o el yoga en un momento en el que empezaba a extender por el país. Su lucha entre el bien y el mal no solo era literaria, sino que su literatura servía para señalarla. Los hippies, el movimiento obrero, el ecologismo… todo podía explicarse como un reflejo de esta eterna confrontación de las fuerzas de la luz y la oscuridad. Hasta observó con astucia que Noche de Walpurgis es la víspera del 1 de mayo, algo que se resistía a atribuir a la casualidad.

Aunque Wheatley es un autor casi olvidado incluso en su país (aunque Bloomsbury está haciendo un considerable esfuerzo por recuperar su obra en formato electrónico) el satanismo que nació de su imaginación sigue presente. Solo por eso merecería una reedición de algunas de sus obras en castellano que, sin duda, encontrarán una generación de nuevos lectores capaces de verlas con el distanciamiento que merecen y disfrutarlas como lo que son, divertidas novelas de evasión.

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Charles Ray (Mocata) en una escena de “La novia del diablo”

Christopher Lee (Duque de Richleau), con el resto de protagonistas de “The devil rides out”

Christopher Lee (padre Michael Raynor) y Nastassja Kinski (Catherine Beddows) durante la misa negra de “La monja poseída”

  • El informe dio lugar al libro Speak of the Devil: Tales of Satanic Abuse in Contemporary England (Cambridge University Press; 1982)
  • Los Hellfire Club’ proliferaron por el Reino Unido en el siglo XVIII y algunos de ellos han seguido funcionando hasta nuestros días. El primero fue creado en 1718 por el duque de Wharton, pero el más famoso es el sir Francis Dashwood (más conocido como La orden de los frailes de San Francis de Wycombe)

  • En España no se editó hasta 1991 y bajo el título (incomprensible) de El talismán de Set en la colección Cabeza de Medusa (de la editorial Mondadori) que dirigía Luis Alberto de Cuenca

  • Las adaptaciones de su novelas satánicas no han tenido muy buena suerte. La monja poseída (Peter Sykes. 1976) —incomprensible traducción de To the devil a Daughter)— Contó con Richard Widmark, Christopher Lee y Nastassja Kinski pero no está a la altura del original. La serie El aviador embrujado (Chris Durlacher, 2006), adaptación de The Haunting of Toby Jugg es mala sin más.

  • The Devil is a Gentleman. Phil Baker (Dedalus, 2009). Pág. 298

  • Fuerzas Oscuras. Ed. Bruguera, 1967

  •  Su papel durante la guerra y su amistad con Ian Fleming ha lado lugar a algunas teorías divertidas pero carentes del más mínimo rigor: The devil rides out (1968): a cultic crossroads for satanic spies.
  •  Existe una versión en castellano titulada ¡Magia Negra! ¿Cree usted en el demonio? publicada en México por Novaro en 1970 que también se distribuyó en España